PROFE: “¿Alguno de ustedes tiene tablet, móvil u ordenador?

ALUMNOS: “Yo sí”, “Yo también”, “Siiiiii”…

PROFE: “¿Y qué pasa si dejamos estos dispositivos encendidos siempre?, ¿o los apagamos de manera incorrecta?

ALUMNOS: “Que se quedan sin batería”, “Que se ponen muy calientes”, “Que se cansan mucho”…

PROFE: “¡Exacto!, si desconectamos sin esperar a que finalice el proceso de apagado, podemos perder datos, dañar archivos…o si siempre lo dejamos encendido, no se puede reiniciar. Pues eso mismo le ocurre a nuestro cerebro. De vez en cuando necesitamos apagarlo, reiniciarlo, para que funcione a pleno rendimiento y podamos empezar la clase con energía, alegría e ilusión”.

De esta manera se puede explicar a nuestros alumnos por qué es necesario reiniciar, calmar, desestresar y, ¿por qué no?, limpiar nuestro cerebro antes de empezar nuestra clase de Música.

Es verdad que a priori esta práctica puede suscitar alguna que otra reticencia:

“Ya la clase de Música se me queda demasiado corta, solo una hora a la semana, y encima ahora tengo que dedicar más tiempo a la relajación”.

“Eso no me va a funcionar con los alumnos de cursos superiores, se van a reír, no se lo van a tomar en serio”.

“Algunos alumnos no van a querer ni siquiera cerrar los ojos por el sentido al ridículo”.

Nada más lejos de la realidad. No solo respetan ese momento al inicio de cada clase, sino que a medida que lo van incorporando a su día a día, lo convierten en un hábito, lo interiorizan, llegando incluso a demandarlo. En algunas clases, son los propios alumnos los que me esperan ya en posición de relajación. Esto permite un mayor aprovechamiento del tiempo e incrementa la calidad del mismo.

He podido comprobar que gracias a esos minutos iníciales de relajación, el rendimiento de la clase mejora sustancialmente. En muchas ocasiones nos encontramos con alumnos cansados y mentes saturadas que producen un rendimiento académico mínimo y una creatividad prácticamente nula. ¿Qué hacemos en una clase de Música sin el ingrediente estrella, la creatividad?

Para que esos primeros minutos de clase sean especiales, es necesario variar la relajación. Es cierto que yo sigo unas rutinas, recordándoles que pueden beber agua (de forma calmada y sin prisa), introduciendo la música que nos va a acompañar en el viaje: música clásica, sonidos de la naturaleza, música relajante para meditar, música lounge, chill out, etc. Y así, poco a poco, vamos adoptando la posición para poder relajarnos, posando la cabeza sobre las manos y cerrando los ojos.

Ahora llega el momento de la respiración, la diafragmática, nuestra gran aliada. Es importante que experimenten el poder de la respiración a la hora de calmar y bajar la intensidad de  nuestras emociones. No dudes en probar la respiración cuadrada, explicándoles que proviene del cuerpo de marines norteamericanos y que la usaban en momentos de gran estrés en la batalla para mantener la calma. ¡Les encanta! También triunfa la que alterna las fosas nasales,  fundamental para conservar la concentración.

Y sin casi darnos cuenta, dejamos volar nuestra imaginación, acompañándoles en un viaje que nos lleva al mar o a un paisaje sin igual. Otro día la protagonista es la relajación muscular progresiva de Jacobson o una simple mariposa mágica que va posándose y relajando cada parte del cuerpo.

Por último, volvemos a ser conscientes del aquí y el ahora, estirándonos como gatitos e intentando tocar el techo con nuestras manos.

Son solo unos minutos, pero favorece enormemente el clima del aula, desarrolla las competencias emocionales de los alumnos, mejora el rendimiento académico y además aprenderán a regalarse momentos, a quererse y a respetarse a ellos mismos y, por ende, a los demás.